Hasta luego:
Atardecía. Pasaba el
tiempo. Era la hora del café con pan como merienda. El pan tenía que ser el
llamado “pan piña” con café recién colado. El café tenía que saborearse desde
el olor cuando se estaba colando en la mochila de tela. Y había que irse a la
casa. No se podía perder ese dulce placer del sabor a casa y a familia y a
hogar. Ya no era mediodía, aunque sí la misma plaza y la misma banqueta de la
plaza del pueblo. "Calzón quitao" y "cabeza pelá" sabían
eso. Sabían lo de la plaza, lo del pueblo, lo de la banqueta. También sabían
que ya no era el mediodía y que atardecía. Igual sabían que era la hora del
café con pan como merienda, pero el pan tenía que ser el llamado “pan piña”.
Ahora se hallaban en un
problema "calzón quitao" y "cabeza pelá". Uno tenía que
despedirse e interrumpir la conversación que llevaban en la banqueta de la
plaza del pueblo. "Cabeza pelá" no se atrevía porque él era quien había
invitado y hubiera sido una descortesía de su parte despedir a "calzón
quitao". Entonces le correspondería a "calzón quitao" levantarse
y despedirse porque era el invitado. Pero el café con pan como merienda, pero
con pan el llamado “pan piña” merecía la pena despedirse y dejar para el otro
día la conversación que llevaban en la banqueta de la plaza del pueblo.
-- Hasta luego – dijo
"calzón quitao" levantándose del lado que ocupaba en la banqueta de
la plaza del pueblo que le había dado para conversar "cabeza pelá".
-- Hasta luego – contestó
"cabeza pelá" levantándose también de la banqueta...
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