La banqueta del pueblo:
La banqueta estaba donde
siempre. Estaba donde la habían sembrado cuando la sembraron los obreros que la
pusieron por mandato del que mandaba en el pueblo. El jefe había pensado que la
plaza necesitaba una banqueta y mandó que hicieran una con cemento y cabillas
escondidas por dentro del cemento. Que solo se viera el cemento. Las cabillas
se iban a esconder porque era mejor que se viera el cemento. La hicieron así.
El día que la iban a estrenar pusieron fotos del jefe por todo el pueblo y
llamaron a los músicos del pueblo de al lado para que vinieran a tocar música
para estrenar la banqueta. Ese día dieron comida y agua con dulce para los que
fueron a ver la banqueta. La gente estaba contenta. La plaza tenía banqueta y
la banqueta había sido sembrada en la plaza del pueblo. Ya la plaza se parecía
a la otra plaza del pueblo de al lado que también tenía una plaza y una
banqueta. Ese día los que pudieron, y fueron todos, se acercaron a la banqueta
y le pasaban la mano. Los que podían se sentaban y otros se paraban y se
volvían a sentar, una, dos o tres o cuatro veces, así, rapidito para comprobar
que era la banqueta con cemento que escondía las cabillas que la hacían
banqueta. El pueblo estaba contento. Ese día la banqueta brillaba y la habían
bañado tres veces para que se viera que estaba nuevecita y era sin estrenar.
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